jueves, 7 de mayo de 2009

Prólogo

Hace algunos meses estaba sola, es decir sin novio, porque algunos dirán que solos estamos todos y bla bla, aunque eso yo no me lo crea demasiado. Para mí estar sola es no saber qué se cena en la semana, aunque un profundo rapto de intuición te diga “fideos con aceite, o nada”. O dormir abrazada, noche tras noche, a la almohada. O convocar a tus amigos desde el lunes, para la salida del fin de semana. Y disponer de tanto tiempo para actividades recreativas que, quién te dice, en cinco meses resultás ser una experta en repostería, bonsái, tejido al crochet, incluso en el mismísimo arte de construir formas con tapitas de gaseosa.

El encuentro sexual, el desquite de las hormonas, mejor dicho, es otro capítulo insoslayable en la novela de la soltera. Por ahí están los que piensan que los solteros tienen más sexo. Patrañas. Con más ganas, eso sí. Pero es como comerte un asado después de un viernes santo, y permítaseme hacer, una vez más, uso de la muy trillada metáfora de la carne para ilustrar esta cuestión. Yo fui vegetariana durante siete años, y nunca voy a olvidar aquella noche cálida en la que un asador me convenció de probar su entrañita (El corte vacuno, que no se preste a confusión) En el acto de masticar ese trozo jugoso y crujiente de carne, luego de siete años de abstinencia, encontré un éxtasis que jamás volví a recuperar en asados posteriores.

Esto, trasladado al plano amoroso-sexual daría la siguiente premisa: en tiempos de sequía, cuando el destino nos ofrece un buen revolcón, es todo un acontecimiento. Tal sería el origen de aquél mito que dice que los solteros tienen una vida sexual más frenética. Cómo no va a haber frenesí en un cuerpo que se encuentra con otro, luego de quién sabe cuántos encuentros sucesivos consigo mismo.

Jules, estás divagando. ¿Cuál era mi punto? Ah, que la vida de una soltera trae aparejada una serie de comportamientos y rutinas, que se podrían resumir en las cuatro o cinco pavadas antedichas: incertidumbres culinarias, un trato cariñoso con la almohada, desarrollo de nuevas e insospechadas habilidades en nuestro tiempo de ocio, agitada vida nocturna y sexo poco frecuente aunque provechoso. Si alguno de esos factores se altera, no hay mucho de que preocuparse, quizás tengas un amigo que te visita más de la cuenta.

Ahora que ocurre cuando todos los factores se suprimen dramáticamente, sin excepción. Nunca sucede de la noche a la mañana, no seamos tan ingenuos. Pero imaginemos que un día hacemos uno de esos chequeos de ¿cómo está mi vida hoy? Y descubrimos que, para nuestro asombro, hoy pensamos la cena desde el mediodía, la almohada se convirtió en un señor que ronca, no hay tiempo para bonsáis, los bares nos aturden y el sexo está tan al alcance de la mano, que difícilmente pensemos en ello.

El diagnóstico es inevitable: señorita usted ha comenzado una relación, comúnmente llamada noviazgo. Necesito un ansiolítico, esto no estaba escrito en ningún oráculo, cómo un amigo que te visita demasiado seguido puede convertirse en tu novio…no me lo explico.

Entonces o sobreviene el infarto, o ponemos el pecho a las balas…del amor.

Y así como una relación que termina demanda un duelo, una que empieza nos exige duelar la soltería, inevitablemente.

Ahora me repito: estoy de novia, estoy de novia, estoy de novia. Para convencerme y poder actuar en consecuencia.

Porque como novia siempre fui un desastre, una fila de ex novios podrían testimoniarlo al grito de: esta mujer está completamente loca!

Es que siempre me traté mucho mejor con la soledad que con los hombres. Lo que siendo un don en tiempos de soltera se convierte en una maldición cuando uno se enamora.

Ah, porque el sujeto en cuestión, El Novio, me ha conquistado por completo. Hasta el punto en que me hace desear no arruinarlo todo, pero quién sabe, quizás lo arruine, quizás no. Ay, qué desolador.

Por eso escribo mi propio manual de autoayuda, para intentar alcanzar un poco de claridad espiritual ahora que mi yo se confunde con el de otro, ahora que vivo en un caos de unión y desunión, de entregas y retrocesos, de amor y de egoísmos. Caos al que solemos darle el nombre de Pareja.

Jules, llegó la hora de decirle adiós a los numerosos amantes que habitan en tu cabeza, de considerar la posibilidad de que tu príncipe azul se haya encarnado en ese adorable hombre de ojos clarísimos y orejas de duende, que respira por la boca a causa de sus alergias crónicas y que prepara el desayuno todas las mañanas porque a vos se te hace taaaarde!!

Aunque en verdad, y esto es lo más aterrador, en vez de ser un príncipe libresco, es un hombre. ¡Y no yo sé cómo lidiar con personajes de carne y hueso!

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